Al día siguiente, madrugamos, liquidamos las últimas cosas, dejamos todo ordenado para Manu y Gery, tratamos en vano de arreglar la PC que se le ocurrió morirse el día de nuestra partida (¿qué pasó con eso, Gery?)y nos sentamos a esperar que Nico y Susana nos buscaran.

(acá estoy yo, sentado y esperando al lado de mi nueva canastita que Facu y Ro me trajeron de México).
Nuestro equipaje era bestial, una cosa inmanejable. Realmente
herniante.

Y bueno, ahí estábamos, chochos de la buena vida que nos esperaba. Llego Nico, al ratito llegó Susana (semejante mudanza precisaba dos autos), y salimos para Ezeiza, Maca con Susana, yo con Nico. Llegamos sin
inconvenientes embotellísticos en más o menos media hora, en la que Nico me contó un poco sobre el trabajo en las
minas de fluorito de Sierra Grande. En Ezeiza, envolvimos las valijas (la mía era de plástico rígido y estaba a punto de reventar y la de Maca tenía problemas con los cierres) e hicimos el check-in (ahí estamos los dos nabos en la foto).


. Después, nos fuimos a comer algo al bar de ahí arriba, donde la coca en lata sale 9 pe y un sanguchito de mila 25. En eso, llegan Alberto, Mariana y Nachi: la familia
Alberdi. Nachi, que estaba con diarrea y sin comer nada hacía como dos días (más que un liquidito rojo ajarabeado), atacó las papas fritas a full y rompió la dieta que el médico había sugerido para su condición. Después le robó medio pollo a Nico y 3/4 de ensalada a Susana. Y dejó todo sin terminar porque, según sus propias palabras, "me llegó un mensajito". Y bueno, nos despedimos. Susana, tan
madre equitativa como siempre, corriendo apurada porque tenía que ir a no se qué barrio "inhóspito", según la categoría Lenoble, para acompañar a la pequeña Gery que tenía prueba de vestido. Nico, dando unos últimos consejos, se animó a
largar a la nena una vez más. Esta vez por 3 meses. Mientras, Alberto nos despedía con su clásico "portense bien" (me pregunto si sólo me lo dice a mí...) y Marian con Nachi en un ataque de timidez y su "disfruten, los quiero mucho". Y nosotros también. Ya los extrañamos. De verdad. Así que cruzamos al otro lado, rumbo al avión (ahí está Maquis, en el borde inferior izquierdo del ojo de pez de vigilancia).

En seguida, a Maca la quisieron frenar por tráfico de cocaína, porque confundieron el fangote de guita que llevaba en la cintura con una
piedra (en definitiva, son lo mismo: sólo los diferencia la liquidez). Así que zafamos ahí y seguimos adelante. Ya no me acuerdo bien cuanto esperamos, pero tengo la sensación que embarcamos al toque en un
avión diminuto rumbo a Sao Paulo. Un vuelo impecable que me permitió empezar a leer el librito de Murakami que me regalaron los amigos. Una historia de un pibe de 15 que se escapa de su casa en Tokio (me enganché al toque. Hay algo de la literatura japonesa -lo chiquito, el detalle en la narración- que me encanta y que recién lo estoy descubriendo). Después, tres horas de espera en Guarulhos. A Maca le dolía la cabeza como si se hubiese golpeado.
Y entonces estuvimos boludeando un rato.

Otro rato.

Más.

Después me acordé que tenía los capítulos que no habíamos visto aún de "Lost" en la notebook, así que buscamos un enchufe y nos tiramos en el piso a verlos.


Claro que sólo a nosotros se nos ocurre ver "Lost" minutos antes de subirnos a un avión. Encima eran estos últimos capítulos donde el tema del avión es recurrente. Así que subimos todos paniqueados al avión. Por suerte, estábamos provistos de Alplax, así que nos clavamos uno entero cada uno y subimos al avión (acá estoy yo, todo alplaxiado, jugando con la pantallita del avión).

Despegamos, comimos viendo la última de los hermanos Cohen (muuuuuuuy graciosa!) y a dormir.
Bueno, esto es todo por hoy. Mañana se pone más divertido: la llegada, el encuentro con Nati y primeras impresiones. Así que a no ponerse ansiosos. Espero que esten todos bien. Los extrañamos bochatón. De verdad.